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Diferencia entre Tentación y Pecado

Por: Ivelisse Agostini
iagostini@placerespr.com

En este nuestro país, donde la mayoría somos cristianos, este es el periodo del año en el que se dedica especial atención a la reflexión y al deseo de conversión. Hablamos de la Cuaresma, que, a partir del Miércoles de Ceniza, recuerda los cuarenta días en los que Jesucristo se retira al desierto y en los que, entre ayuno, sacrificio y oración, no faltó la tentación.

Foto suministrada. Pixabay.

Cuando hablamos sobre la tentación, hablamos sobre situaciones que nos ponen a prueba, que pueden alejarnos de lo que es recto y justo. Por definición, se trata de “el deseo de realizar una acción inmediatamente agradable, pero probablemente dañina a largo plazo, por multitud de razones: legal, social, psicológica (incluyéndose la culpa), etc”.  Desde la perspectiva religiosa, no resistir la tentación puede dirigirnos a caer en el pecado, o sea, a cometer faltas mayores en contra nuestra, de nuestro prójimo o del mismo Dios. Expresado de otra forma, “pecamos cuando caemos en tentación”. Para los cristianos, ir en contra de los 10 Mandamientos es incurrir en pecados mayores o mortales que nos distancian de Dios, pero para los cuales siempre puede existir el perdón, ese perdón que al final es lo más importante en torno a la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.

Recordemos que tenemos libre albedrío para escoger hacer el bien o el mal y que cada acción nuestra tiene una consecuencia.  Según narrado en la Biblia, el mismo Jesucristo fue tentado en el desierto de tres maneras que se relacionan con el ansia de la carne, el orgullo, la soberbia y el afán de poder.  Las respuestas con las cuales Él combatió las tres tentaciones nos recuerdan que por encima del cuerpo está el espíritu; que el poder supremo es de Dios, que no debemos retarle y que solo a Él debemos servir y adorar.

El mensaje de este pasaje bíblico habla de las herramientas para resistir la tentación: el ayuno y la oración, entre otras. Esa premisa es la que presenta las bases para que durante la Cuaresma se promuevan la abstinencia a la carne, el ayuno y la ofrenda de sacrificios personales.  Las tentaciones pueden llegar solas, pero en ocasiones, las buscamos y sobre ello debemos cuidarnos, de ahí, que decidiéramos abordar el tema que nos ocupa.

La diferencia

Por definición, el placer “es un goce o disfrute físico o espiritual producido por la realización o percepción de algo que gusta o se considera bueno”. Por lo tanto, en esencia, el placer es bueno y, en principio, una respuesta a las sensaciones que se producen mediante el estímulo positivo de los sentidos, como es ver, oler, escuchar, saborear y tocar. Por ello, entre un sinnúmero de otras maravillas, disfrutar viendo un paisaje o una estampa que anhelábamos; disfrutar de aromas de flores o de especias; escuchar música o sonidos que animen o relajen nuestro ser; disfrutar el sabor de una buena comida o bebida y tener la capacidad de reconocer texturas o acariciar con nuestras manos, entre otros, representan placeres. También son placenteras las manifestaciones que nos producen alegría y emoción positiva como son el amor, la sensación de alcanzar un logro y la pasión, en cuyo caso, representan, además, situaciones de vida que estimulan el crecimiento emocional.

La diferencia entre placer, tentación y pecado estriba en que lo primero es un regalo de Dios, y lo demás es llevar el goce sano a excesos en torno a los estímulos de cuerpo y mente. Ceder ante esos excesos nos lleva al vicio, al desorden y por ende, a invertir los valores que nos permiten llevar una vida saludable y en paz. Y, es que cuando se incurre en excesos el hombre pierde su voluntad, a riesgo de dejarse seducir por su vanidad, soberbia, abuso de poder, vicios y banalidades.

Quien desea una vida sana no tiene que prescindir de los sanos placeres que llegan como regalo de Dios, pero debe evitar los excesos que nos convierten en seres vulnerables para la tentación y el pecado. Para lograrlo, son necesarias el sinnúmero de herramientas que Jesús con su ejemplo nos dejó, de las cuales durante esta época recordamos más: oración, ayuno, sacrificio y perdón.

Recordemos que la misma oración que Jesús nos enseñó, el Padre Nuestro, dice: “No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal”. A Él pidámosle que derrame gracias y bendiciones sobre todos nosotros para que, siendo libres para escoger, escojamos el camino del bien. Resistir la tentaciones nos conduce a la salvación y mientras ésta llega, nos permite vivir una vida plena y en paz.


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