El Silencio Sanador
Por: Ivelisse Agostini
Podemos ser de esas personas que disfrutan mantenerse ocupados en compañía de amigos y colegas, pero según pasan los días de nuestra vida, debemos aprender a valorar nuestros espacios en solitario y lograr sentir paz. Quien no alcanza esta necesidad personal, corre el riesgo de privarse de pequeños detalles de la vida como pueden ser sonidos y notas que ayudan a descansar la mente y el espíritu; el efecto de los aromas y de las sensaciones que produce el contacto directo con la naturaleza, pero especialmente, el lograr alcanzar el silencio interior.
El silencio interior es necesario en cualquier etapa de nuestra vida porque la mente y la imaginación no tienen descanso, a veces, ni siquiera durante las horas del sueño, por lo tanto, es uno de los ingredientes necesarios para estar en paz. Fue la mística y religiosa católica, Santa Teresa del Niño Jesús, nacida en Ávila, España, en el Siglo XVI, quien llamó nuestra mente “la loca de la casa”, porque no paramos de pensar y repensar lo mismo, de mirar hacia atrás o de tratar de adelantarnos en el tiempo, lo cual nos produce ansiedad y nos agota. Para la también nombrada “Doctora de la Iglesia”, es a través del silencio que podemos alcanzar una comunicación ideal con Dios, quien habita en nuestra alma, especialmente cuando oramos. El silencio, por tanto, se convierte en un conductor que nos lleva a sentir la plenitud del amor y la paz de Dios.
Desde una perspectiva más orgánica y científica, hay data que apunta a que la contaminación de ruidos afecta tanto el sistema auditivo, como la salud física y emocional de las personas. Y, es que se dice que niveles altos de sonido provocan que el cerebro genere mayor cantidad de la hormona que produce el estrés, el cortisol. A mayor estrés, mayor riesgo de padecer de condiciones cardiacas y neurológicas y, de hecho, hasta bloqueo mental. Por otro lado, estudios han revelado que dedicar diariamente un tiempo para lograr silencio, tanto de los ruidos, como de la mente, puede convertirse en la mejor medicina para sanar un sinnúmero de condiciones, especialmente las relacionadas con el aspecto cognitivo*. Además, aunque todavía hay mucho que investigar al respecto, se dice que el silencio es un requisito básico para lograr la regeneración de neuronas cerebrales.
Luego de reconocer su importancia, debemos identificar tiempo y espacio, cada día, para el silencio. Para lograr lo que no tardará en convertirse en un deleite, hará falta que en la cotidianeidad diaria comencemos a hablar menos y a escuchar más, algo que culturalmente se nos dificulta. No olvidemos que hablar menos nos evita problemas porque, como dice el dicho: “no hay mejor palabra que la que no se dice”. De igual forma debemos desconectarnos de lo electrónico y tecnológico para poner más atención a nuestra mente y lograr alguna relajación mental; y por supuesto, hablemos bajo y bajemos el volumen de lo que escuchamos.
Identificado el espacio con la ambientación de tu agrado, comienza por relajar tu cuerpo, soltando poco a poco la rigidez desde los pies hasta la cabeza. Acompaña la relajación con respiraciones profundas que harás con tus ojos cerrados, botando el aire por la boca, muy lentamente. Enfoca tu mente en imaginar una estampa sublime, donde haya luz y paz y trata de concentrarte en ello para lograr el silencio. En principio serán lapsos de silencio cortos que luego se prolongarán, pero siempre serán positivos, hasta para que luego surjan mejores ideas y soluciones a situaciones que te preocupen. Convertirlo en un ejercicio que puedas repetir a diario o varias veces en semana, te ayudará a tener unos momentos de paz interior que nadie más puede darte. Esa paz de cuerpo, mente y espíritu te llevará a la oración de agradecimiento y a comunicarte con Dios con el amor y respeto que merece. Y, como diría la misma Santa Teresa, “quien a Dios tiene, nada le falta”.
Al final, confiamos que este reportaje haya despertado en ti el interés de practicar el silencio, como medicina para sanar mente, cuerpo y espíritu.
*Cognitivo: Reúne factores como el pensamiento, el lenguaje, la percepción, la memoria, el razonamiento, la atención, la resolución de problemas, la toma de decisiones, etc., que forman parte del desarrollo intelectual y de la experiencia.