Responsable ejercicio de la maternidad
Por: Ivelisse Agostini
En aquel tiempo que parece hoy, pero que data de entre tres y cuatro décadas atrás, las jovencitas de entonces éramos hijas de parejas de la llamada generación del silencio, donde todo se pretendía tapar con una mano, donde se aguantaba y renunciaba mucho y la información nos llegaba siempre “filtrada”. Èramos las hijas de padres estrictos que habían vivido tiempos de guerras y, aunque heredábamos un mundo lleno de posibilidades, todavía los sueños de muchas parecían irrealizables. Con nosotras aumentó la proporción de mujeres profesionales, así como en la fuerza trabajadora en general. Abrimos el abanico de “carreras” para la mujer con alternativas a la pedagogía y el comercio que casi todas estudiaban.
Aunque ya la mujer se preparaba fue a nosotras a quienes tocó la definitiva transición entre quedarnos en casa con los niños y salir a trabajar “cuasi obligadas”. Por este hecho, alegadamente, comenzó el aumentó en la taza de divorcios durante la generación de “baby boomers”, con maridos que no se adaptaban al cambio y mujeres que comenzaban a aspirar a tener éxito profesional mientras se convertían en co-proveedoras en la economía familiar. Tuvimos mucho que ver con el crecimiento de la “clase media”, mientras veíamos cómo también incrementaban movimientos liberales y hasta rebeldes, y …nos tocó ver de cerca el desastre del abuso con las drogas. El mundo comenzaba un cambio muy grande, por un lado el rápido progreso, por el otro, el incremento en los problemas sociales que sufre la humanidad.
Entre el entusiasmo que producía lo positivo del nuevo rol de la mujer, paralelamente, surgía el “remordimiento” de no atender bien el hogar, de no pasar suficiente tiempo con los hijos para conseguir una relación de calidad con ellos y “criarlos bien”. El afán de lograr el balance, nos llevó a ser consentidoras “in extremis”, a riesgo de cometer algunos errores en la crianza de los chicos. De ser “hijas del silencio”, nos convertimos en “madres demasiado expresivas y poco estrictas”. Nos debatíamos entre repetir patrones de nuestros padres y usar la psicología…
Soy testigo del gran compromiso y el mucho sacrificio que se requiere para lograr sentirnos satisfechas con todos los roles que por diferentes motivos hoy asume la mujer. No siempre se puede lograr el balance y el bienestar familiar, pero para la mayoría de nosotras, con defectos y virtudes, el rol de madres siempre es la prioridad, algo difícil de entender entre los hombres, que en su mayoría nos prefieren como “sus mujeres”. Y, es que para una buena madre su mayor ilusión es que sus hijos se sientan protegidos y bien queridos y que puedan alcanzar sus sueños.
La tendencia es que la mujer sigue adelantando como profesional, convirtiéndose en mayor proveedora en una relación pareja, donde ya el matrimonio no es necesariamente una meta, aun cuando desee ser madre. En ocasiones se dan casos extremos, en los que algunas lleguen a creer que sus hijos solo necesitan de sus cuidados y protección, sin necesidad de la figura paterna. Y, es que, a menos que no haya interés ni disposición de parte del padre, los hijos necesitan tanto la figura de la madre como la presencia del padre, que puede ser quien aporte seguridad, entre otras muchas cosas positivas que necesitan los hijos.
Paulatinamente la mujer ha dejado de ser “el pilar familiar” para ser “el pilar de la sociedad”. Por lo anterior, la mujer de hoy tiene más responsabilidades, menos tiempo, menos hijos, y más estrés, porque quiere hacerlo “todo bien”.
La maternidad siempre ha sido un gran compromiso de amor. Sin embargo, hoy representa grandes retos: alcanzar la meta de amar a nuestros hijos sin consentirlos; amarles sin sobreprotegerlos; amarles pero exigiendo; amarles y apoyarles hasta el fin, pero evitando querer vivir su vida, de la cual tienen que hacerse y ser responsables.
Al final, pido un aplauso para las madres que salen a buscar el pan de cada día y al mismo tiempo luchan para que sus hijos tengan educación, buenos valores y modales. Mis respestos para todas, las que con su sacrificio logran buenos frutos y no tan buenos, sí… porque hasta cuando las madres cometemos errores, lo hacemos pensando que estamos haciendo lo que corresponde.