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Libérate de Rencores

Por: Ivelisse Agostini

Siempre digo que, más allá de mis convicciones religiosas, creo que venimos a este mundo a aprender sobre el amor. Aunque se trata de un sentimiento profundo que tiene muchas formas de manifestarse, el elemento común en cualquier tipo de amor, es el de valorar a otra persona al punto de desear ofrecerle lo mejor de sí, aunque conlleve en ocasiones algún tipo de sacrificio. Hay quien ha dicho que el amor verdadero es eterno y que si “se acaba” nunca fue amor. La realidad es que por falta de honestidad y egoísmo, entre otras razones, alguna de las partes involucradas en una relación se decepciona con la otra y comienza a alejarse, ignorándola, evitándola, hasta menospreciarla. Cuando la otra parte se siente rechazada, puede acudir a asumir la misma actitud o comenzar a verbalizar su agobio y su disgusto provocando que el otro se sienta victima, aunque haya originado el distanciamiento. Así, vemos como las relaciones de amor entre familia, amistades, parejas, vecinos y colegas se deterioran y, de un día para otro, la decepción se convierte en coraje y el coraje se convierte en rencor. Peor aún, con tristeza vemos como algunos llegan al extremo de odiarse al punto de desear hacer daño a quien alegadamente una vez amó.

Tendríamos que estar en una burbuja para no habernos tocado vivir personalmente o entre conocidos, relaciones de amor que se han convertido en rencor y, desde adentro o desde afuera, ver el deterioro personal o el de otros cuando esto sucede. Esto se debe a que, con motivos o sin ellos, sentir rencor es una emoción destructiva que afecta negativamente la vida de quien lo siente. Por lo general, usando nuestra inteligencia podemos ver, más allá de toda emoción, que siempre hay responsabilidad de todas las partes involucradas en una relación que se rompe, unas veces en el origen y otras en la secuencia de los hechos. En otras palabras, todos los involucrados deben aceptar sus errores, que por pasivo o por activo, provocaron el deterioro de la relación.

Tras aceptar que la situación de deterioro existe y que te afecta hasta sentirte herida(o), debes reflexionar y entender que igualmente la otra parte lo está. Si se ha roto la comunicación, nunca podrás saber ni imaginar el nivel de disgusto que siente la otra parte, y no debes subestimar posibles reacciones negativas hacia ti. Y, es que llegado este punto, el ser humano tiende a olvidar todas las virtudes del otro y pasa a ver solo sus defectos, olvidando todo lo positivo que una vez existió. Lastimosamente, cada relación rota arrastra a otros del entorno común, provocando “bandos” que amplifican la hostilidad.

Ante una gran decepción, mientras más cercana y prolongada haya sido la relación, más difícil será superarla y más ayuda psicológica y espiritual serán necesarias para superar el rencor. Por eso, nos dimos a la tarea de recopilar una serie de consejos que van a ayudar a todo el que esté pasando por un trance semejante.

Consejos para liberarte del rencor

Reconocer y aceptar tu parte de responsabilidad en la situación, de forma racional y perdonarte, ayudará a comenzar el camino que conduce a perdonar a la otra parte y a tener paz. Lo contrario, alimenta la hostilidad en ti y te controla, hasta el punto de amargarte y extender el malestar a otros aspectos de tu vida. Peor aún, puede incitarte a desear hacer daño, algo que inevitablemente te será devuelto, a veces en mayor magnitud.
Identifica la raíz de emociones o actitudes que entiendes hayan contribuido al disgusto. Escoge un buen profesional de la conducta que te ayude a encontrar el origen de tus emociones y cómo superarlo para evitar que vuelvas a repetir el mismo error a futuro.
Con la ayuda de un profesional de la conducta analiza si estás marcada(o) por eventos anteriores o que hayas vivido en tu entorno y sin darte cuenta has proyectado en esta relación. El rencor no es espontáneo ni surge de la nada, si no que de acuerdo a varios estudiosos, es algo latente que existe en algunas personas como resultado de vivencias y que ante circunstancias particulares que lo alimentan, resurge con mas o menos fuerza.
Recuerda que todo es energía, desde el pensamiento, la palabra y la acción. Por eso, evita la energía negativa que produce pensar en esa persona, hablar de lo sucedido o de ella. Lo contrario provocará un impacto emocional que puede afectarte física y mentalmente. Además, fuera de un terapeuta adiestrado, las demás personas pueden llegar a mostrar cansancio o disgusto de escucharte hablar sobre lo mismo.
Ciérrate a los “buenos consejos” de personas que te quieren, pero consciente o inconscientemente, fomentan la hostilidad, el rencor y hasta te incitan a que con particulares acciones hagas daño a la(s) otra(s) persona(s) involucradas.
Busca cómo llenar tu tiempo libre en actividades que te distraigan y no tengan que ver con la situación. Mientras menos tiempo dediques a pensar en ello, menos alimentarás el rencor y más fácil será sentirte tranquila(o).
Hasta que no te sientas mejor, evita compartir con el entorno de la otra parte, pero ante situaciones de encuentros inevitables sé educada(o) y trata de ser justa(o) ante cualquier evento que pueda impactar a ambas partes. Todo ello abonará a tu paz mental y evitará chismes y malos entendidos.
Si eres creyente, dedica tiempo a la oración meditada y enfócate en lecturas que contribuyan a lograr paz interior.

Superar el rencor y perdonar te ayudará a “pasar la página” más rápido, a sentirte mejor y a recuperar la paz. No se trata de retomar la relación tal cual una vez fue, si no de que puedas dejar atrás algo que te ocasiona mucho malestar. Lograrlo te permitirá volver a confiar en otras personas porque la experiencia habrá servido para conocerte mejor.

Al final, no puedo obviar mis convicciones religiosas, y recuerdo que al decir la oración que Jesús nos enseñó, el Padre Nuestro, no tiene sentido que digamos “…perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, cuando en la práctica, no lo hacemos.