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Que regresen los abrazos

Por: Myra Sánchez

Vengo de una familia donde los abrazos han sido la forma más común de expresar afecto. Recuerdo que, de niña, la mayor de mis primas era “temible” porque era muy intensa y daba unos abrazos muy fuertes. Creo que pensaba que mientras más “apretao”, más sentiríamos su amor por nosotros. Con el tiempo y nuestras advertencias, fue aprendiendo a medirse, pero ya nos había contagiado con mostrar nuestro afecto a través de los abrazos, que entonces dábamos muy suave y largos cada vez que nos reuníamos en familia. Y, es que no hay nada más divino cuando estamos con un “bajón de afecto”, que ser abrazado un buen rato y con sincero cariño. Esos son los casos en que los sentimos en lo profundo de nuestros corazones, tal cual si nos pasaran dosis de energía sanadora. La realidad es que en torno a los abrazos hay estudios que comprueban que los “bien dados” son terapéuticos para cuerpo, mente y espíritu.

Explicar el origen de los abrazos es tan sencillo como transportarse al momento en que una madre envuelve con sus brazos a su hijo al nacer. Así se produce el primer abrazo e intercambio de afecto que impacta nuestra vida. De esta forma, el recién nacido recupera el calor humano que necesita y extraña y percibe la conexión afectiva que le dan seguridad y paz.

Desde la perspectiva médica, un abrazo ayuda a aumentar los niveles de la oxitocina, conocida como la hormona de la felicidad, una muy positiva para el sistema nervioso que, además, baja los niveles de cortisol en la sangre, otra hormona que produce “estrés” y aumenta la presión sanguínea. Desde esta perspectiva, los abrazos también pueden impactar el sistema inmune, pues hay estudios que indican que al bajar el nivel de estrés y tener actitudes positivas, puede haber menor contagio en casos como un catarro simple. De igual forma, a través de la buena circulación que produce el aumento de oxitocina, se alivian las tensiones y se relajan los músculos.

Otro efecto de los abrazos es que aumenta los niveles de serotonina, un neurotransmisor que en niveles bajos puede producir trastornos psicológicos como la depresión.

Tal cual sucede con los recién nacidos, un abrazo lleno de afecto entre adultos nos hace sentir seguros, confiados, amados. Mejor aún, a través de su efecto en nuestro organismo, los abrazos pueden producirnos sensaciones de paz, tranquilidad y felicidad.

Al final, los abrazos son una receta básica para lograr el bienestar común. Por eso, es una lástima que en tiempos recientes, por motivos del distanciamiento al que estuvimos sometidos, muchos se han acostumbrado a suprimir esta expresión de afecto, algo que es necesario cambiar.

Regresemos a darnos abrazos, de esos sinceros y entrañables que sanan, recordando que el mayor contagio al que nos exponemos es al del amor y a una mejor salud mental.


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