Déjalos que aprendan a vivir
Por: Ivelisse Agostini
En el proceso de hablar de valores y situaciones humanitarias, el día a día nos va presentando mensajes, que cuando estás receptivo, no solamente los escuchas, si no que los comprendes y analizas. Llegado ese punto y con este privilegio que tengo de poder transmitir lo positivo, con buenos propósitos, no puedo detenerme.
En estos días en que todavía los chicos están de vacaciones de verano es frecuente escuchar a padres jóvenes comentando lo difícil que se comportan a veces los muchachos, especialmente cuando no se les complace. Sobre este tema, me viene a la mente el canta-autor Ricardo Arjona que previo a interpretar una canción en uno de sus espectáculos expresó: “…la mujer le está ganando la batalla al machismo, que ha durado demasiado, pero hoy son los hijos los que parecen dominarlo todo y esa es una batalla que no se debe perder… ¿Cuándo me preguntaban mis padres lo que quería comer… cuándo, a dónde quería viajar?…”. El cantante comentó que podría estar días escribiendo una lista de posibles errores que podían haber cometido sus padres con él, pero que eran personas que exigían respeto y eso era lo más importante porque no hubiera podido salir adelante en la vida sin ello y expresó: “Los hijos necesitan una figura a la que respetar, con sus defectos y sus virtudes”.

Los niños necesitan el apoyo de los padres, sin sobreprotegerlos. Suministrada.
También me viene a la mente el Padre Arteaga, un sacerdote español, ya retirado, que fue un maestro recordando lo que es verdaderamente importante en la vida cada vez que daba una homilía. Recuerdo que el ‘cura’ insistía mucho en que le preocupaba cómo la mayoría de los padres modernos lo que hacen es facilitarle todo a los hijos, evitando que aprendan a vivir situaciones que les corresponde enfrentar y “privándolos de aprender a luchar”. Según explicaba el sacerdote, de esta forma provocamos mayores sufrimientos a nuestros hijos de cara al futuro. Y, es que “Los que tienen éxito, han pasado antes por el fracaso” recordaba el mismo sacerdote, que desde esa perspectiva espiritual advertía que: “Las almas se miden cuando se enfrentan al fracaso”.
Ambos “comunicadores” lo que tratan de expresarnos es que de alguna manera podemos estar criando niños sin reglas o sin límites. Ante ello, recordamos que la disciplina debe comenzar desde niños, pero la etapa pre-escolar, entre los 3 y los 5 años es cuando se “siembran” las bases más importantes. Cuando van a una escuelita, se facilita que aprendan sobre límites porque hay otros chicos y no pueden tener atención exclusiva para ellos, por lo cual pueden aprender a esperar su turno, a no interrumpir y a compartir. De otra parte, es en casa donde realmente se les enseña a comportarse y donde se deben corregir, en todos los sentidos. Para esto, hay que dedicar tiempo, aunque papá y mamá salgan ambos a trabajar. La clave se supone que sea darles las instrucciones y dirigirlos correctamente cuando están bien pequeños y, cuando son más grandes, comunicarse lo mejor posible, o sea, hablarles claro. Lo anterior a partir de que sepas que entienden tus explicaciones.
Esto nos recuerda que un problema frecuente de los niños de hoy es que, debido a los “excesos”, resulta complicado que se mantengan distraídos y se pasan la vida protestando, peleando o se convierten en figuras egoístas que no comparten y lo quieren todo para sí. Ante ello, el “time-out” es útil, pero también lo es privarlo, por tiempo breve (dos o tres días, dependiendo gravedad) y mediante explicación, del juguete o de un entretenimiento en particular. Con ello, aprenderá a valorar las cosas y a mejorar su actitud. Por supuesto, ante la posible ‘pataleta”, recuerda que puedes combinar ambas herramientas y será todavía más importante que te sientes a discutir la situación luego. Asegúrate de no perder el control, porque perderlo te quitará el respeto y se reducirá la efectividad de este ejercicio. Además, debemos asignarles tareas y exigir su cumplimiento. Enseñarles a que establezcan metas de cosas que deben aprender que les ayuden a tener mejor educación y buenas maneras, a ser respetuosos.
Especial atención merece que recordemos que la sobreprotección de un niño puede provocarle problemas a nuestros hijos desde temprana edad, incluyendo el de no desarrollar la capacidad de enfrentarse a situaciones complicadas. En ocasiones, la “carga del equipaje emocional” de cada padre, provee para que pensemos que está absolutamente correcto mantener nuestros hijos aislados. Sin embargo, aunque sea correcto protegerlos, los excesos van a privar a los hijos de aprender a socializar, a desarrollar su creatividad e independencia, su autoestima y seguridad en si mismos; de aprender a compartir y ganar mérito mediante el esfuerzo en equipo. En otras palabras, los exponen a convertirse en seres inseguros, antisociales, que terminan creyendo que el mundo gira a su alrededor, incapacitándoles para un desarrollo social adecuado y ojo, hasta afectarles en su desarrollo intelectual. Algunos padres piensan que la solución es que tomen clases de un sinfín de cosas para desarrollar sus talentos, algo que usualmente ocurre de forma individual y al final resulta que le cargan su itinerario, compartiendo más con adultos, que con niños de su edad. Y compartir con otros niños es una manera de intercambio y de interactuar, no de que simplemente estén presente en una clase.
Al final, confiamos que este mensaje llegue, que nos sirva para abrir los ojos y darnos cuenta que lo mejor que podemos ofrecerle a nuestros hijos y nietos es una educación integral, sin excesos. No hay forma de que alguien aprenda de valores si todo se le facilita, sin que haya esfuerzo y algo de sacrificio. Permitir que pasen por el proceso de esforzarse les hará fuertes y les hará desarrollar destrezas para desenvolverse en este mundo donde ya nada es garantizado.