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Celulitis Infecciosa

Por: Sylvia A. Agostini
editorial@placerespr.com
 

La celulitis bacteriana es una infección común de la piel. La misma, nada tiene que ver con la acumulación de grasa comúnmente llamada piel de naranja.

La infección cutánea se produce cuando las bacterias se cuelan desde la epidermis o capa superior, hacia capas más profundas de la piel. Normalmente, la condición es causada por bacterias de estreptococo y/o estafilococos que penetran a través de alguna ruptura cutánea, lesiones, heridas, picaduras, mordidas y úlceras, entre otros.

Estas bacterias se despliegan en todas las direcciones y, cuando no se detiene su paso a tiempo, pueden causar trastornos de magnitud. La celulitis bacteriana puede desarrollarse en cualquier parte de la piel a lo largo de nuestro cuerpo; no discrimina sexo ni edad.

Cuando se inicia, puede confundirse con una foliculitis o ‘nacido’. La persona comienza a sentir síntomas tales como escalofríos, fiebre, sudor y el área afectada se irrita, se enrojece con sensación de calor. Puede producirse una inflamación dolorosa, erupción, supuración y, en algunos casos, endurecimiento en el área y retención de líquido.

Cuando no se atiende a tiempo, se acrecientan los síntomas y se hace necesario visitar un especialista de la piel, un dermatólogo. Este hará un diagnóstico luego de hacerle un examen físico y enviará a hacer exámenes de laboratorio y hemocultivos (cultivos microbiológicos de sangre), esencial en estos casos para determinar el tipo de bacteria que ha motivado la infección.

De acuerdo con sus hallazgos, el médico mantendrá al paciente en un tratamiento de antibióticos por vía oral, durante un periodo de 10 días o más.  En los casos más severos, requerirá tratamiento por vía intravenosa, intramuscular.  Se presentan situaciones en las que hay que drenar el área infectada y se pueden inflamar los ganglios linfáticos cercanos a la misma. El paciente necesitará reposo, alimentación adecuada, así como líquidos, en la medida en que se vea afectado por la infección.

Aunque esta condición no es contagiosa, es importante que todos tomen en cuenta el cuidado que merece nuestra piel. Debe estar limpia e hidratada.

En el caso de sufrir alguna lastimadura o roce que afecte su piel, lave de inmediato el área con un jabón antiséptico y aplique alguna crema anti hongos o hidratantes. Es recomendable tener entre nuestro equipo de primeros auxilios una crema triple antibiótico de la cual es posible disponer sin receta; gazas esterilizadas y algún desinfectante.

Los microorganismos y los hongos están presentes en cualquier área donde se acumule suciedad. En el caso de los niños, es necesario enseñarles a mantener sus manos limpias y las uñas cortadas en forma adecuada, para evitar que laceren su piel al rascarse. A su edad, son incapaces de medir las consecuencias y muchas veces se entretienen desprendiendo la costra que se genera en las heridas cuando se están secando. Con ellos hay que tener particular cuidado con las picadas de insectos, así como cuando están en contacto con la arena de playa.

Es obvio que cuando hay supuraciones se le dé atención y de igual manera se atienda cualquier condición en la piel. El peligro latente está en que cualquier infección puede penetrar en las capas más profundas de la piel, llegar hasta el hueso y finalmente a la corriente sanguínea, trayendo complicaciones de carácter serio entre ellas: sepsis, osteomielitis (infección en los huesos), linfagitis (inflamación en las áreas linfáticas), endocarditis (inflamación del corazón), meningitis, gangrena o necrosis, entre otros.

Todo lo anterior describe un cuadro que sugiere atiendas la salud y las señales de tu piel y que visites a tu médico cuando es necesario.


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