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“Madres a Larga Distancia”

Por: Ivelisse Agostini
iagostini@placerespr.com

En Placerespr.com tenemos el firme propósito de contar historias positivas y conseguir que éstas sean diferentes y aporten para enriquecer el alma y el espíritu, algo que puede resultar un lujo y que definitivamente es un gran placer.

En ese afán, un momento de inspiración nos llevó a pensar en las “Madres a larga distancia”, una experiencia que en nuestro Puerto Rico es cada vez más frecuente. Son tantas las amigas que conocemos que tienen algún hijo(a) en otro “lugar de la Mancha”, que se nos hizo difícil escoger a quienes entrevistar. Al final, Simone, Sonia, Sylvia y Janine (algunos nombres ficticios y otros reales), entre la gran lista, nos parecieron historias que expresan a profundidad lo que vive una madre separada de un hijo por la distancia.

Las madres no se preparan para separarse de sus hijos, pero dado el hecho, es posible lograr manejar la separación de forma positiva. Suministrada.

SIMONE

Simone es una amiga que apreciamos mucho y que por alguna misteriosa razón fue la primera que llamamos. Escuchar su historia de prolongada separación, tal vez la más dolorosa, nos sorprendió, pero somos testigos de que con el paso del tiempo ha logrado un presente muy feliz.  Y, es que, sabíamos que tiene a su hijo en New York y una nieta que es su sol. Sin embargo, desconocíamos la historia que provocó la separación de ese hijo, cuando él apenas contaba 12 años de edad.

“En el proceso de divorcio del papá de mi hijo, quien era abogado en la Florida, él me exige que acceda a poner a nuestro único hijo interno en un Prep School en los Estados Unidos. A pesar de todas mis objeciones en el momento, en medio de la controversia, es mi hijo el que se da cuenta de que estaría más tranquilo y se aliviarían las tensiones, si él aceptaba permanecer en la escuela escogida por su padre”, nos cuenta Simone.

Simone nos narra que tras esa decisión, ella deja de tener impacto directo en la vida de su hijo y reconoce que eso provocó que todavía tenga “lagunas” en torno al desarrollo emocional y físico de su hijo, porque “la vida se convirtió en Navidades, Thanks Giving y veranos compartidos, donde eran extraños los que nutrían el día a día de mi hijo”.  Y, es que, hasta que llegó a universidad, la mayor parte del tiempo, la comunicación estaba limitada al teléfono, en tiempos en que no había las facilidades que existen hoy.  “No había celulares… mi hijo se crió internado, tal cual un inglés, en medio de un triángulo que impidió hasta que yo fuese a su graduación de 8vo. Grado. No podía estar con él si se enfermaba, porque a veces ni siquiera me enteraba. Y, eso, que la escuela estaba consciente de la mala relación entre los padres y hacían un esfuerzo”, recuerda Simone.

“Cuando se gradúa de universidad, él me pregunta si puede regresar a vivir a Puerto Rico y le contesto que aquí siempre había tenido su cuarto y su casa”, narra Simone. Él llega a Puerto Rico, trabaja y logra recuperar su español y el calor humano de nuestra cultura que se había perdido. Comienza a conocer lo que son los abrazos, a ser expresivo y se convierte en “el alcalde” del vecindario donde conocía y quería a todos.

Sobre la experiencia de ser madre en semejantes circunstancias, Simone nos dice que se siente como una eterna pérdida, pero se aprende a vivir con el dolor. “En incontables ocasiones me pregunté cómo manejar la situación, porque era una locura. Me decía: tengo que ser consecuente con mi hijo y me esmeré en desarrollar credibilidad con él, hasta que entendió que mi universo comenzaba y terminaba con él; que era el sol de mi vida, pero que cuando era no, era no y cuando sí, era sí. Él siempre sintió eso, que yo estaba para él, aun en momentos de inestabilidad en los que tuvo que recapacitar sobre sus circunstancias o en torno a alguna mala decisión. Alguien tenía que poner orden y estructura en su vida y fue mamá”, comparte una emocionada Simone.

Luego de unos años y enamorado de una amiga de sus tiempos de “college”, quien es su actual esposa, el hijo de Simone escoge regresar a New York a hacer su maestría. Ella nos cuenta que trataron de vivir aquí, pero “ni las oportunidades ni los sueldos eran semejantes”.

La vida ha sonreído a Simone con una extraordinaria relación con su hijo, que hoy es padre de una maravillosa niña de 4 años, por quien se esmera en proveer un ambiente familiar estable. Como “madre a larga distancia”, Simone piensa que su mayor aportación ha sido desarrollar en su hijo el sentido de familia y el amor por Puerto Rico. “Él ama todo de los puertorriqueños y todo lo de nuestra cultura. Él es el alcalde de su condominio y su esposa, que es de ascendencia francesa, todavía se pregunta por qué él le da “bonos” a los empleados del condominio a quienes conoce y ama. Es bien puertorriqueño en su forma de expresarse y en sus sentimientos”, comenta Simone.

Como abuela, Simone emula a su tía Consuelo, una dama exquisita que siempre se aseguró, tal cual el personaje de Rosalind Rusell en la película Auntie Mame, de crear un entorno de ilusión y fantasía para ella. “En New York lo que se hace es trabajar y la nena tiene todo un itinerario programado y una “nanny”.  Para ella yo soy una fuente de ilusiones, de fantasía, de alegría. No la malcrio porque respeto la disciplina de su mamá, pero me aseguro de aportar ilusiones y emociones. Ya ella lo sabe y para su próximo cumpleaños pedí en Australia un sobrero de zafarí rosa para un viaje al que irá con sus papás”, nos cuenta con entusiasmo. Simone es la misma abuela que en su momento envió a Ellen Degeneres una foto de su nieta bebecita sobre su amado perro “brother Bob”, que fue seleccionada por la artista, entre miles que recibió, para publicarse en su “website”.

Sobre su actual relación con su hijo y su familia nos cuenta que hablan todos los días, que nada sustituye abrazarse; que bota al zafacón los abrazos virtuales porque le gustan de verdad, pero que escuchar su voz, sentirse que están pendiente de ella y que compartan situaciones y emociones, no tiene precio. “It is what it is… Ellos piensan que algún día yo me iré para allá, pero yo no estoy lista, aunque ese momento puede llegar. Dios obra de manera maravillosa”, nos dice Simone.

Al final, Simone comenta que su hermano le dijo que nos hemos convertido en una sociedad  como la americana donde todos los hijos viven en diferentes lugares. Antes eran solo unos pocos, pero ahora “regardless el nivel socio-económico, la mayoría tiene hijos que viven fuera”.

SONIA

Sonia es otra gran amiga, muy exitosa en su profesión. Cuando le preguntamos sobre la experiencia de tener sus hijos distantes nos dice: “Mira, voy más atrás… siempre he sido una mujer que se desarrolló como profesional y la maternidad no la visualizaba. Me casé a los 29 años y cuando salí embarazada, mi mamá empezó a reírse –pero si tú nunca en tu vida has cambiado un  pañal– me dijo. Ella sabía que toda la vida yo había sido una workaholic y no me veía. Ser madre me cambió la vida y te aseguro que ha sido mi mejor proyecto; la experiencia más enriquecedora y gratificante, que en todas sus etapas edifica, te hace crecer y evolucionar”, expresó de forma sincera.

En la actualidad, sus hijos y ella son amigos y ella sigue siendo su consejera.  “Pasamos por una adolescencia donde no éramos los favoritos, por la presión de grupo, pero “they come around” y somos buenos amigos, con un amor que ha madurado y adquirido un matiz diferente, porque a la distancia valoran más lo que hice como madre soltera, pues los crié solita, con la ayuda de mi familia, siempre agarrados a mis faldas.  Uno nunca se prepara para que vuelen del nido”, nos dice emocionada. Nuestra amiga nos recuerda a Khalil Gibran cuando dijo que “los niños son la flecha y uno el arco” y nos dice: “Yo impulso el arco con fuerza para que lleguen al infinito y logren sus metas felices y saludables. Al principio estaba en las canchas con ellos y poco a poco me fui alejando porque el protagonismo era suyo y veía como iban trazando su curso. Los extraño todos los días de mi vida, pero me alegra saber que están bien, que son felices, que lo están logrando y que pude sembrar en ellos confianza, valores y aspirar a llegar a lo más que puedan, siempre sabiendo que yo estoy aquí, para lo que necesiten”.  Sonia ha pasado por el proceso de reencontrarse llenando sus días con actividades, con educación continua, con hobbies, viajes y otras cosas. “Porque uno es madre, pero uno tiene que mantener las otras partes que te hacen un ser humano especial ,capaz de ayudar a otros también”. Sonia está consiente de que la etapa de madre full time pasó y de que está en otro plano. “Ahora les envío cosas criollas para ellos y sus amigos. El vacío nunca se llena igual. Tengo dos hijos extraordinarios que me llenan tanto, pero hay que dejarlos ir. Uno llora por egoísmo natural, porque quisieras que tus pollitos se quedaran para siempre. Pero cuando empiezas a mirar la vida a través de ellos, sabes que lo hiciste bien. Se trata de un vínculo de otro mundo, que no es de este plano”, añade con satisfacción Sonia.

JANINE

Janine es puertorriqueña, pero vive hace años en los Estados Unidos, donde crió a sus hijos con el amor y el calor humano que nos distingue. De sus dos hijos, su hija mujer se mudó a otro estado tan pronto término sus estudios. Desde la distancia tuvo que ver como su primera selección fue una muy difícil y sufrió conociendo la frustración y el desencanto de la que siempre ha considerado su gran amiga. Posteriormente, su hija se mudó de ciudad y con el paso del tiempo encontró el amor de su vida y hoy es madre de una hermosa niña.  “Siempre tengo la ilusión de comunicarme con mi hija porque la extraño muchísimo y daría cualquier cosa por estar más cerca de ella. Gracias a los medios que existen hoy, puedo hablar con ella y verla todos los días. Al mismo tiempo comparto con mi nieta de modo que la beba conoce a su abuelita y cuando nos vemos es como si estuviésemos juntas siempre,” nos cuenta con entusiasmo Janine.

“Mis hijos se criaron muy cercanos a mi  porque siempre estuvimos juntos hasta que su padre se retiró de la milicia. Siempre estuve presente en todas sus actividades, como quien dice hasta el otro día. Por ser mujer, mi hija ocupa un lugar especial en mi corazón, porque nos entendemos y extraño su compañía, su amor y sus consejos, porque ella es mi amiga”, finaliza Janine.

SYLVIA

Sylvia quedó viuda con una hija de cuatro años y una de seis meses. Con el paso del tiempo, su hija mayor contrajo matrimonio con un joven americano y lleva años viviendo en los Estados Unidos. Sobre esta experiencia, Sylvia nos dice: “Me vas a hacer llorar, porque la sensación más difícil es la de tener un hijo aquí y otro afuera, es como si tu corazón se dividiera en dos porque cada una es insustituible. El amor que yo siento por mi hija mayor, que me conoce tan bien que yo no tengo que abrir la boca, para lo bueno y lo malo, es muy especial. Ella aprendió que podemos tener discusiones, pero que se nos pasa, precisamente por ese profundo amor. Estando a su lado he descubierto lo grande que son mis hijas, que había facetas que desconocía de ella y me ha hecho aprender muchas cosas.  Mis hijas son distintas, pero ambas son admirables. De las dos, la que vive fuera no tiene hijos, pero el día de las madres es especial porque tiene sus dos perros y los ama de corazón. Mi hija que vive en Puerto Rico tiene una hermosa beba y uno no encuentra como separarse de ellas. Es bien difícil. Uno reza todos los días y a todas horas. Lo más gracioso es que ambas llaman a la misma hora, cada una con una historia distinta de lo que son sus experiencias. Bajo estas circunstancias, aprendes a valorar cada momento con ellas, y tratas de dar lo mejor cuando estas con cada una, para que recuerden de ti buenos momentos. Los hijos son insustituibles y nunca dejan de ser nuestros pequeños”.

Quiero agradecer de todas estas queridas amigas su confianza y por darnos la oportunidad de compartir sus emotivas historias, que de alguna forma recrean la mía, al tener un hijo fuera de Puerto Rico. Destaco que todas vivimos la experiencia de ser “madres a larga distancia” extrañando a nuestros hijos y atesorando los momentos que podemos pasar con ellos. Pero, lo más importante, es saber que seguimos dando lo mejor de nuestro ser y que estamos aquí para lo que seamos buenas, tal cual si estuvieran bien cerca.


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