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Es posible un mejor país

Por Ivelisse  Agostini

Los temas que escogemos para esta sección, humanitarios, son sobre labor social o para cubrir necesidades de mente y espíritu con herramientas que ayuden a una mejor convivencia. Eso nos obliga a mantenemos alerta sobre lo que sucede en nuestro país y entre nuestra gente.

Partiendo de esa premisa y, sin ser especialistas en sociología, vemos un Puerto Rico en el que la mayoría de las personas se siente insatisfecha de todo y de todos. Es así como la constante son las quejas sobre los políticos, los religiosos, de las empresas encargadas de ofrecer servicios, de cómo han subido los costos de todo, del comportamiento de la gente, etc., etc., etc. Estoy segura de que por esa razón se han ido muchos, sobre todo jóvenes, y hay otros tantos pensándolo, dejando atrás a quienes sin remedio y sin recursos tiene que afrontar la realidad que les toque vivir. De hecho, tenemos sobradas razones para estar insatisfechos. Eso nos deja en un plano en que para rescatar nuestra Isla y lograr mejorar nuestra calidad de vida, no podemos conformarnos con reconocer el problema y ser parte de él, si no que debemos ser parte de la solución.

Para asumir lo que aparenta ser una inevitable responsabilidad, corresponde que cada uno administre adecuadamente su mundo pequeño evitando hacer lo mismo que a todos tiene molestos. Tenemos que buscar la forma de mejorar nuestra actitud y aspirar a sentirnos mejor, alejándonos del enfoque negativo que estamos dando a todo, porque, de lo contrario, vamos directo a padecer de un serio trastorno mental colectivo, ese que algunos piensan que ya existe. Aclaro, sin embargo, que no se trata de ser conformistas, pero sí, alguito más optimistas, solidarios y activos para aportar y hacer realidad, más allá de criticar.

A nivel individual, la insatisfacción y la crítica están íntimamente relacionadas porque quien critica, lo hace como producto de una insatisfacción personal.  Detrás de cada crítico, existen  problemas de frustración pero, en ocasiones  de autoestima, que puede incitar al que los padece a ser el centro de atención radicalizando sus acciones en perjuicio de otros. De ahí que existan los ¨haters¨ que se ¨arman¨ de herramientas para promoverse a través de la tecnología, a quienes les asiste el derecho a existir, pero a quienes no debemos auspiciar si deseamos una mejor convivencia.  Al extremo de la crítica está la burla, una “enfermedad” que ha ido corroyendo nuestra sociedad hasta atacar a niños y jóvenes con dolorosas consecuencias. Vamos sumando: insatisfacción, crítica, odio, burla = una sociedad dañada individual y colectivamente.

Si tenemos la gran urgencia de juzgar, algo que aparenta ser un impulso natural del hombre, entonces debemos empeñarnos en hablar sobre lo positivo que existe, proveamos ideas para lo que hace falta y soluciones para los problemas que existen. En esto se crecen los hombres y es algo que surge con el cultivo del saber y de la autoestima, la experiencia y la madurez. De ahí, que sean muchos los países del mundo que no otorgan mérito a críticos que no tengan estudios sobre el tema que evalúan o muchos años en una práctica.

Somos una población cuya edad promedio es ya “madura”, algo que parece una desventaja, pero en esto de mejorar,  nos ofrece mejores oportunidades de encontrar soluciones, especialmente identificando líderes en todo nuestro entorno, que además de tener buenas ideas, sean excelentes en su ejecución. Tenemos que reinsertar a quienes el problema económico del país, ha “retirado” estando todavía en edad productiva, provocando que se pierda “la memoria” de lo que inspiró y movió nuestro pueblo hacia el progreso, gente responsable, trabajadora y multifacética. En un “mundo ideal”, tenemos que encontrar incentivos para que regresen los jóvenes profesionales que se han ido  y retener a los que se han quedado.

Vivir en un sistema democrático nos da la oportunidad de escoger a quien escuchar, leer, seguir, apoyar y evitar para que no nos confundan con opiniones que a veces son producto de un una propaganda pagada que “muere” antes de hacerse realidad, algo a considerar en un año de elecciones.

Cada uno de nosotros tiene la oportunidad de crear su mundo pequeño, en el que sean admitidos aquellos que comparten y disfrutan experiencias, donde cada uno es libre de actuar porque, con sus defectos y virtudes, se siente aceptado y respetado. La envidia, el ansia de reconocimiento y de poder, la mediocridad y la falta de valores deben quedarse afuera. De otra parte, cada cual debe asegurarse de que cuando comparta en el mundo ¨grande¨ no se convierta en cómplice de los que promueven la crítica irresponsable, la que no aporta soluciones, y sus manifestaciones negativas. Lo anterior nos hará mejores personas, mejor comunidad y un mejor país.

Al final y como diría Steve Jobs:  “Al criticar o juzgar a los demás, sólo estamos reflejando nuestros propios defectos en ellos. Cada persona se define por sus actos. … Las personas que son felices no necesitan atacar a los demás”. Y, como diría la filántropa Sarah Ban Breathnach: “El mundo necesita soñadores y hacedores. Pero sobre todo, el mundo necesita soñadores que hacen”. 

 


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