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Precavidos como serpiente …sencillos como la paloma.

Por: Ivelisse Agostini

La premisa de nuestro título es parte del Evangelio de Mateo 10, texto bíblico en el que Jesucristo instruye a sus doce apóstoles para que vayan por el mundo a Evangelizar:

          “16. Miren que los envío como ovejas en medio de lobos: sean, pues, precavidos como la serpiente, pero sencillos como la paloma.”

El propio Jesucristo fue víctima de la maldad de los hombres, incluso, de aquellos que alegaban seguir “la Ley” al pie de la letra.

Lamentablemente, a 2,024 años de su nacimiento, todavía existen lobos disfrazados de ovejas que parecen “salirse con la suya”. En otras palabras, todavía parece que son mas los inescrupulosos que no temen a las consecuencias de sus actos, convirtiendo en sus victimas a gente “buena”. Y aclaramos, que no necesariamente las personas son totalmente buenas ni malas, si no, “que tire la primera piedra el que esté libre de pecado”. (Juan 8:7)

El mal sigue representado en variedad de formas, no discrimina y ataca a los buenos y a los menos buenos. Lo vemos manifestado en conflictos bélicos como el de Ucrania y Gaza y otros lugares del mundo; en fenómenos de la naturaleza que se revela ante nuestro maltrato al ambiente; en la distorsión de valores; en injusticias sociales y judiciales; en conflictos entre parejas y familia; en problemas laborales; en crisis económica; en hambruna; en enfermedades y epidemias, entre otros. En cualquier caso, el mal causa sufrimiento, dolor, frustración y hasta coraje.

En ocasiones en que el sufrimiento y el dolor son nuestros, provocados por injusticias, nos preguntamos si tiene sentido que le pasen cosas malas a gente “buena” y hasta pensamos que a los “malos” no le suceden. De otra parte, el egoísmo puede llevarnos por derroteros en que somos causantes de sufrimientos a otros, de forma consciente o inconsciente, pero provocando dolor e injusticias, a veces, “sin damos cuenta” porque creemos que nos asisten “razones”.

Ante ello, vale la pena destacar que los que conocemos las promesas de Jesús, sabemos que no nos prometió el paraíso en esta dimensión humana, sino que nos haría la carga menos pesada si teníamos Fe y seguíamos sus enseñanzas. Mejor aún, nos advirtió sobre la maldad, cómo evitarla y cómo enfrentarla. Consejo no nos ha faltado. Y, es que todos podemos ser ingenuos y débiles o egoístas y avaros, en fin, equivocarnos. Como Èl conoció y vivió la experiencia humana y el mayor dolor que es posible, tanto moral como físico, sabe cuán fuerte debe ser nuestra Fe para resistir las tentaciones, así como el sufrimiento. También sabe de perdón, de lealtades, de decepciones, de confabulaciones. Jesús es el Hijo de Dios, el mismo que no nos dejó solos, pero envió el Espíritu Santo consolador para guiarnos, hasta su regreso.

Han pasado solo días de haber recordado la pasión y resurrección de Jesucristo. Para los que aprendieron que Jesús es Dios hecho hombre, pero están “tibiecitos” y alejados, este es un momento perfecto para regresar al camino que Él diseñó para llegar al Padre. Como sus hijos, nos toca seguir su obra y promover su legado.

Al final, se dice que cuando llegue “nuestra hora”, experimentaremos “iluminación de conciencia” y podremos ver todas nuestras faltas y sus consecuencias, algo que en sí mismo nos causará sufrimiento, pero seremos juzgados por el único que puede hacerlo, un Dios de amor que conoce la verdad y la vida.

Por eso, aunque sigamos viendo injusticias; aunque la carga nos parezca pesada; aunque nos hagan creer que estamos solos; aunque el mundo se caiga a nuestros pies, tenemos que ser leales a Él, en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, todos los días de nuestra vida, porque solo Él es absolutamente bueno, solo Él es Santo y el único camino que conduce a la salvación.


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