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Dejar de Suponer y Juzgar

Por: Ivelisse Agostini

Entre las “áreas de oportunidades” que pueden ser resoluciones para mejorar como personas, una de las más comunes, es la de abstenernos de emitir juicios sobre otros. Lograrlo, nos hará sentirnos bien mental, espiritual y anímicamente, y mejorará la convivencia en nuestro entorno individual y colectivo. No dudo que ese haya sido precisamente el propósito de destacarlo dentro de los 10 Mandamientos de la Ley de Dios, en los que la mayoría de los humanos creemos.

Desde la perspectiva de valores morales para una sana convivencia, juzgar es un “NO-NO”, pues representa falta de empatía hacia el prójimo al que debemos, sino “amar como a nosotros  mismos”, al menos tolerar y respetar, porque ninguno de nosotros está exento de cometer errores. Y, es que el acto de juzgar puede reunir varias consideraciones o motivaciones entre las que son comunes la ignorancia, inseguridades personales que motivan envida y egoísmo; intolerancia y, en muchos casos, un ego lastimado.  Es por ello que, para algunos estudiosos de la conducta humana, “juzgar a otros no define quiénes son ellos, si no quiénes somos nosotros”. En cualquier caso, en esto de emitir juicios o juzgar, no hay nada bueno. Dicho esto, para quien desea superarse como persona, es importante concientizar, hacerse responsable y corregir este acto que puede convertirse en un hábito que provoca daños a otros y, simultáneamente le va destruyendo moralmente. No es excepcional que quienes tienden a emitir juicios suelan ser muy críticos consigo mismos, pero eso ocurre entre seres con mayor conciencia. Sin embargo, aquellos que tienden a “sólo ver la paja en el ojo ajeno”, se mantienen en una burbuja donde no surge la oportunidad de aceptar errores, imposibilitando así, la posibilidad de corregir este terrible hábito.

Por regla general, cuando juzgamos a otro, incurrimos en el error de suponer que una persona actúa de forma que entendemos equivocada basado en algo que realmente desconocemos, o que, conociendo algún detalle seamos tan osados de creer saberlo todo. Hablando claro, como suponer es un ejercicio que depende de conjeturas basadas solo en indicios, es muy fácil equivocarse. En realidad, aunque creamos conocer todos los detalles sobre algo o alguien, NO tenemos derecho a juzgar y mucho menos a compartir nuestro “juicio” o critica con otros.  Retomando valores: le estamos haciendo daño a otra persona y nos lo estamos haciendo a nosotros mismos.

Entonces, ¿cual debe ser el plan para corregirnos? Como resulta algo complicado porque lo que motiva este mal hábito puede surgir de diferentes motivos, a continuación ofrezco unas ideas sencillas que encontré investigando sobre el tema, que pueden resultar faciles para poner en práctica.

  • La caridad empieza por casa, por eso, ofrece lo mejor de ti en todo lo que hagas para que te sientas satisfecho, sin compararte con nadie, ni comparar a nadie contigo. Recuerda que ni siquiera los hermanos son iguales.
  • Aprende a no tomar nada personal. Sin “bajar la guardia”, entiende que por naturaleza somos seres que vivimos a la defensiva y muchas veces anticipamos algo que no existe, ni existirá. Por eso, vemos y creamos conflictos innecesarios.
  • Replantea la importancia de practicar valores morales y repasa el beneficio de hacerlo. Cultiva tu intelecto, así como tu salud física y mental.
  • Analiza y reconoce cuáles “prejuicios” (juicios anticipados) tienes asumidos, la “sin-razón” de que los tengas y la importancia de que puedan ser motivo de rechazo hacia otras personas. Son comunes los prejuicios por origen, apariencia y/o estética; raza; credo; sexo(género); edad; política; religión; educación/profesión; nivel socio-económico, y muchos más.
  • Ten presente que detrás de la actitud o comportamiento de otros, existen razones que desconoces y, como ya explicamos, no debes suponer cuales son, ni siquiera cuando percibas alguna mala intensión, ineptitud o falta de responsabilidad. En un “mundo ideal”, observa, calla y, si notas “el terreno llano”, pregunta de forma sensitiva qué ha provocado su actuación. Eso no significará que la persona será sincera, ni que se justifique, pero dejarle hablar acortará distancias y, si lo haces con tacto, evitará malos entendidos futuros. No emitas opiniones, ni des consejos que no te pidan sobre los cuales tampoco tienes autoridad. Date tiempo para observar actitudes y luego decide cómo mantener cercanía o distancia con esta persona.
  • Trata siempre de identificar aspectos positivos de personas con quienes se te dificulta compartir. Si no puedes evitar relacionarte, identifica en qué se parecen a ti y cómo lograr que esos aspectos positivos o coincidencias ayuden a lograr una relación de respeto. Mientras no logres esta ecuación, evita situaciones conflictivas hasta tanto y cuando, tras un buen análisis logres descifrar el tipo de relación que pueda ser de mutuo beneficio. Lo anterior te ayudará a mantener tu paz mental y la del otro, que tiene todo su derecho a ser diferente.
  • Evita confrontaciones. Si llegado un punto se hace inevitable porque te sientes perjudicado o te sientes juzgado, espera un momento oportuno y habla de forma positiva y discreta. Negocia para lograr acuerdos.
  • Así como juzgar no es bueno, también propicia ser injusto.  Para tu paz mental y una mejor autoimagen, el hecho de que no logres relacionarte armoniosamente con alguien, no puede provocar que limites las oportunidades de ellos en ningún aspecto en el que puedas tener influencia. Tan real es esto, que a futuro podrías descubrir que otros en quienes confiaste te traicionan y que el que no apoyaste ha resultado ser honesto.

Todo lo anterior pueden ser herramientas para ayudarte en un proyecto de vida que cada vez resulta más complicado, porque este mundo está careciendo de valores. Y, es que aunque la comunicación se haya globalizado por la avanzada tecnológica, nos estamos aislando y convirtiendo en personas que no sabemos expresar correctamente nuestras ideas y pensamientos con respeto. Hagamos la diferencia.

 


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