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Desigualdad social y violencia

Por: Ivelisse Agostini

Para muchos, la desigualdad social se circunscribe a que unos tengan más o menos dinero o que unos tengan mucho poder y otros no. Sin embargo, la desigualdad social es mucho más y tiene que ver con la injusticia, la falta de educación, el desorden en la escala de los valores morales y la destrucción del núcleo familiar como base de una sociedad equilibrada, donde pueda existir una sana convivencia (muy personalmente entiendo, que también la falta de Fe). Partiendo de esa premisa, la desigualdad provoca el crecimiento de desórdenes sociales que son tierra fértil para el germen de la criminalidad, una “pandemia” que azota al mundo y para la cual no hemos podido crear ni masificar una “vacuna” preventiva. Y tenemos muchos enfermos, y demasiadas muertes.

Un poco de historia

Aunque mal orquestado y sostenido por factores de riesgo, el desarrollo económico que una vez tuvimos nos permitió concebir los sistemas educativos y de salud públicos, así como la infraestructura de transportación y de utilidades que nos llevaron a estar un paso adelante, comparado con otros países de la región. En medio de ese desarrollo que hoy parece estar en precario, la mayoría estudiaba y lograba conseguir empleo, avanzando por esfuerzo y por mérito. Lamentablemente, las agencias públicas se fueron convirtiendo en el mayor empleador del país, agravando el hecho de que, en las últimas décadas, muchas de las plazas creadas fueron por favores políticos, con la misión de “cabildear” por votos en cada elección. Asimismo, las uniones obreras que en principio surgen por motivos de justicia, con razón o sin ella, por mucho tiempo lograron beneficios que los gobiernos de turno, casi sin excepción, otorgaron, aunque no fueran sostenibles. Entre mala planificación y administración; incompetencia y politiquería; los gobiernos llevaron el país a la quiebra. La debacle económica, los desastres naturales y la reciente pandemia, socavaron las esperanzas de muchos jóvenes preparados que han ido dejando el país, mientras muchos de los que “se han quedado atrás”, se han convertido en presa fácil que copia los modelos corruptos, que prefieren conseguir dinero de forma ilegal.  La calle es el nuevo núcleo para los que no tienen familias bien integradas que los supervisen; para los que por esa misma razón dejan la escuela; para los que no hay recreación, ni motivación, ni ilusión.  En ausencia de valores y de una buena educación, la meta es lograr tener los lujos de los poderosos, pero de una forma ilegal que se les vende como “fácil”.

Por si acaso, nuestra actualidad social es similar a la de muchos otros países, así que no hay que culpar a nuestro “sinigual estatus político” por lo sucedido. La mayor coincidencia existe que ha existido entre el nuestro y los demás países se ha dado entre algunos líderes incompetentes y/o corruptos. Hablamos tanto de algunos líderes  que el país a través de su historia ha escogido por votación, como de algunos  designados por estos para dirigir el que ahora es catalogado como ingobernable país.

Existen soluciones

Durante las últimas semanas, se han estado haciendo análisis en los medios noticiosos sobre la situación que vive nuestra juventud. Las opiniones de los versados coinciden en la desigualdad social, en la falta de supervisión y en la excesiva  permisividad que se le da a  nuestros jóvenes y a la falta de programas que fomenten un mejor y esperanzador futuro para ellos. Los que conocen la magnitud del problema, insisten en que es necesario combatirlo desde su raíz.

Desde la desarticulada “mano dura” contra el crimen, el país no se había sentido tan inseguro. Hoy se dice que hay menos asesinatos y, se dice que fueron menos los jóvenes estudiantes de nuestro sistema de educación pública que perdieron su año, pero en ambos casos son demasiados en proporción a nuestra población. Se dice y se dice… pero no se hace. Y decimos que no se hace, porque el problema no se va a solucionar con más policías, ni más cárceles, ni más leyes. Tampoco, aceptando como buenas, lo que son estadísticas alarmantes. El problema hay que solucionarlo a través de un programa de prevención, que incluya motivación y objetivos para los niños y jóvenes, con una mejor educación; que requiera disciplina, esfuerzo y mérito, no solo para los mejores, pero para los que se superan; y definitivamente alguna diversión, sea artística o deportiva. De igual forma, nuestras escuelas y universidades deben preparar a los jóvenes en destrezas y carreras que logren luego insertarlos adecuadamente a la fuerza laboral y que su desempeño sea bien remunerado. Ni hablar de la necesidad de rehabilitación y de empleos para los que pasan por nuestro sistema correccional..

Casi nada… pero lugares como Escocia han logrado reducir la violencia. Para ello, crearon una entidad que es parte de la policía, pero con un enfoque de salud pública, la Schottisch Violence Reduction Unit. En esta unidad no son “first responders”, sino que, investigan y clasifican los datos para analizar la violencia y sus causas, probar, evaluar qué funciona y para quién y ampliar programas efectivos a través de socios apropiados. Entiendo que esto incluye documentar las zonas, el perfil de los involucrados y su entorno, a fines de que, junto a expertos afiliados a esta entidad, puedan identificar y adaptar programas de prevención que ya hayan logrado ser efectivos para evitar la violencia y la delincuencia. Estos afiliados pueden ser, entre muchas entidades, instituciones sin fines de lucro que se dedican al rescate de quienes viven las mismas o parecidas circunstancias. http://www.svru.co.uk/about-us/?cn-reloaded=1

Si nos trasladamos a nuestra realidad, hablamos de que se cree una coalición donde hayan policías con acceso a los récords policiales (sin violentar los derechos civiles de los ciudadanos) a la que puedan unirse trabajadores sociales del sector público y privado; psicólogos, psiquiatras y otros especialistas médicos; educadores; líderes comunitarios y religiosos; directores de programas como Boys and Girls Clubs; Escape; Jóvenes de Puerto Rico en riesgo; Iniciativa Comunitaria; Alianza para un Puerto Rico sin Drogas; CREA; Hogares que reciben mujeres maltratadas y/o manejaron en el pasado niños maltratados; por mencionar algunos. La idea es que, estas entidades pueden proveer las herramientas que han utilizado con éxito, entre individuos expuestos a perfiles familiares y/o entornos de riesgo semejantes. Una coalición o semejante, que opere de forma confidencial e independiente, puede ser lo que Puerto Rico necesita para, con fondos públicos asignados a Salud, Educación y Familia y, hasta privados, crear programas que lleguen a toda la población de niños y jóvenes.

Nadie va a inventar la rueda, pero no podemos morir dando vueltas en una que ya existe. Por eso, igual que yo encontré este modelo de Escocia, deben existir otros por lo que me pregunto cómo es que nuestros líderes no se dan a la tarea de indagar sobre ello. Sugiero establezcan contacto y hasta que seleccionen personas del sector público y privado que interesen ser parte de la solución para que investiguen personalmente modelos exitosos, vean cómo funcionan y cómo se han implantado, para luego adaptarlos a nuestra realidad.

Resolver el problema de la violencia y la criminalidad es difícil, pero es posible cuando hay voluntad y compromiso con un pueblo que está cansado de que se pierda el tiempo en discusiones sobre lo que se hace y no se ve, o se alegren de resultados pobres que son inaceptables. Escocia se alarmó y reaccionó cuando en un año alcanzaron un total de 137 asesinatos teniendo una población que es casi el doble de la nuestra; Miami, con la misma población nuestra, tuvo menos de 50. Nuestra cifra siempre ronda los 500 cada año y se supone que debemos estar satisfechos. Tiene que haber sentido de urgencia para actuar porque a traves de la solución de este problema, se resolverán muchos otros y podremos aspirar a vivir en paz.


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