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Mujeres de Valor

Por: Ivelisse Agostini

En días recientes fuimos invitados al evento especial “Mujeres de Valor”, del Ministerio Valora Tu Vida, cuyo propósito era destacar entre el grupo de invitadas, la importancia que tiene que cada una de nosotras reconozca su valor.

El recorrido fue guiado con excelencia, sabiduría y humanidad por parte de los recursos Cynthia Roig, Luisa de los Ríos y la doctora en Psicología Yina Díaz. La presidenta del Ministerio, Nydia Ramos, además de dirigir el evento, tuvo a su cargo unos ejercicios para que las invitadas interactuaran y se identificaran reconociendo su valor ante hechos difíciles en su pasado y reforzaran sus conocimientos para enfrentarse a otros en el futuro.

Nuestra editora, junto a líderes del Ministerio Valora tu Vida. Foto: placerespr.com

Escuchamos con dolor y admiración el testimonio de una mujer que tuvo que enfrentarse desde muy niña a situaciones terribles que incluyeron abuso sexual a los 5 años por parte de un familiar y posteriormente por parte de vecinos; falta de amor; “bulling”’; pérdidas familiares; traiciones; ser señalada y humillada; relaciones tóxicas; violencia doméstica y divorcio entre otros problemas Escuchamos como su carácter se endureció y decidió no volver a llorar y cómo cayó en el alcoholismo, llevando una vida muy dura. Aun así, consiguió graduarse y su primer trabajo como maestra fue en una escuela evangélica donde un día fue “obligada” a acompañar a la capilla del colegio a unos estudiantes. La historia de esta mujer, entonces muy arrogante, cambió ese día  a partir de un encuentro muy personal con Dios que comenzó con reclamos que le hicieron preguntarle en silencio “¿dónde estabas cuando me sucedieron todas estas cosas? Las lágrimas contenidas por años comenzaron a salir, al punto que buscó donde ocultarse para que no la viesen llorar. Los recuerdos fluyeron y poco a poco fue aceptando que aun en medio de tan malas experiencias y de tomar tantas malas decisiones, estaba teniendo la oportunidad de comenzar una nueva relación con Dios. Su testimonio nos llevó a entender que cuando nos enfrentamos a las malas experiencias de la vida es tal cual si nos parásemos frente a una montana alta que tenemos que subir y que al llegar a la cima, nunca se ven las cosas iguales porque sales de una forma y llegas de otra. Cambiamos porque llegamos a la cima, porque los recuerdos no nos envejecen y sirven para valorar lo superado. Porque idealmente reconocemos que en el camino, Dios siempre nos acompaña, aunque nos haya dado libre albedrío.

Recursos que guiaron la actividad: Luisa de los Rios, Nydia Ramos, Cynthia Roig y Yina Díaz. Foto: placerespr.com

El testimonio de otra admirable mujer nos llevó a ver cómo cuando somos producto de un hogar donde hay violencia, se repiten los patrones. La joven nos narró cómo hasta su adultez la figura paterna no existió más que para repetir los mismos errores que vio en la relación de maltrato de su padre a su madre. Se casó, según entendió luego, con un hombre igual y tal cual vio en su familia, se separó de él y se mantuvo recordando a su descendencia los errores de éste. Reconoció que esto fue una cadena de errores humanos que decidió se tenía que romper cuando entregó su vida a Dios.  Todavía joven, encontró el amor en alguien que igualmente venia de un hogar disfuncional y el caballero tenía como propósito no repetir los mismos errores de su familia. Así las cosas, trataron de unir a la familia de ella con su matrimonio y no resultó porque su mamá se sintió herida, mientras nada cambió con su padre. Sin volver a tener relación con él, al cabo de los años éste necesitó apoyo con su salud y ella se lo dio. De alguna manera llegó el perdón antes de que falleciera, Todavía faltan cosas por sanar, pero con su vida dedicada a seguir los caminos del Señor, esta valerosa mujer sigue cambiando su ruta, porque sabe que Dios va delante de ella, tal cual ella nos recuerda fue escrito en Isaías 45: Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares torcidos; quebrantaré puertas de bronce, y cerrojos de hierro haré pedazos…”

El último segmento fue dedicado a señalar lo importante que es sanar. Y, es que en muchas ocasiones “perdonamos”, pero no sanamos. Cuando se habla de perdón y de heridas, no solamente se refieren a acciones de otros hacia nosotros, pero también a lo autoinfligido o de lo que nosotros hacemos a otras personas, como producto de errores y malas decisiones. También tenemos que sanar de aquellas cosas que surgen en nuestras vidas y de las cuales no tenemos control y causan dolor. Perdonar, aunque no te pidan perdón y perdonarte a ti mismo es necesario para sanar mente, cuerpo y espíritu. La oración es determinante para los procesos de sanación igual que lo es dedicarte tiempo a ti misma, a mimarte, descansar y alimentarte bien. Pero, es tu relación con Dios la que hará la diferencia en esos procesos porque es a través de Èl que hay vida plena, vida en abundancia.

Nydia Ramos es fundadora y dirige el Ministerio Valora Tu Vida. Foto: placerespr.com

Sabes que NO has sanado, cuando vives a la defensiva, cuando todo lo criticas, cuando hay amargura sobre un recuerdo o algo que lo relaciona; cuando permites que las emociones te controlen; cuando te sientes culpable o culpas a otros constantemente; cuando peleas por todo, cuando las opiniones diferentes a las tuyas te alteran, cuando no hay paz.

Tienes que aprender a manejar tu mente para que más allá de criticarte y castigarte por los errores, heridas y situaciones del pasado, cuando surjan esos recuerdos o situaciones semejantes, que sea para reconocer lo que has superado, que “ya subiste esa montaña” y lo que aprendiste. Si no lo logras sola, entonces debes buscar ayuda profesional, pero siempre de la mano de Dios.

El proceso de aprender a sanar es importante porque la vida continúa presentando “montañas”, unas más altas que otras. Sanar es aprender a ser proactivos con lo aprendido. La certeza de sanidad llega a través de abandonarnos a la voluntad de Dios y con una gran Fe entregarle nuestra vida al Señor. Así descubriremos que cada situación difícil nos acerca más a Él, entonces aprendemos a ver la vida desde la mejor perspectiva. Entonces… nos valoramos.


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