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Un domingo de misa y hambruna

Por: Ivelisse Agostini

Para muchos cristianos, vivimos el tiempo de la profetizada apostasía, o sea, en el que muchos creyentes se alejan de su religión para no practicar ninguna. Lamentablemente, algunos utilizan como excusa los errores cometidos a través de la historia por religiosos y en algunos casos, por fundamentalistas, que lo menos que han hecho es dar ejemplo y han dañado instituciones y personas. La verdad es que a quien debemos seguir es a Cristo, pero como es necesario congregarse, debemos buscar hasta encontrar quien predique bien, pero además lo haga con su ejemplo.

Desde la premisa anterior, les cuento que soy afortunada porque disfruto visitar mi iglesia y tanto es así, que hoy quiero hablarles del tema al cual se refirieron las lecturas bíblicas de este domingo y que sabiamente analizó el sacerdote en su homilía. Y, es que todo estaba “enlazado” para hablar de cómo Dios y, en el caso del evangelio Jesucristo, se empeña en preocuparse por el prójimo y da de comer a miles de personas que llevaban siguiéndole días y que sabía tendrían hambre. Es cuando uno de los apóstoles le dice que hay quien tiene tres panes y dos peces y Él los acepta y pide que lo repartan entre toda la gente. Entonces ocurre el milagro de la multiplicación de los panes y peces, porque comieron todos hasta saciarse y sobró. Este es solo un ejemplo de que la hambruna no es algo que quiera ni ha provocado Dios.

Pixabay - famine

Niños, ancianos y enfermos son los que más padecen de hambruna en el mundo, en ocasiones por conflictos bélicos. Suministrada

Sobre este tema todos hemos escuchado, pero la forma en que el sacerdote lo analizó trascendió el milagro y lo transportó al momento que vivimos, en el cual más personas mueren diariamente de hambruna que por pandemia o por guerras. Más específicamente, aun con todas las ayudas que se reciben, sea por las razones que sea, en Puerto Rico hay hambre, lugares donde algunos niños se sostienen con un solo plato de comida (el de comedores escolares que es solo de lunes a viernes) y se van a la cama con hambre. Lo mismo pasa con los ancianos, una población cada vez más grande, con apenas recursos, que muchas veces tienen que decidir entre comprar medicinas o comer, porque el costo de vida cada vez es más alto y son muchos los hijos que no tienen para ayudarles o simplemente no se interesan.

El descalabro social ha provisto, además, para el crecimiento desmedido de la población de los “sin techo”, especialmente en el área Metro, en su mayoría enfermos, sea por condiciones mentales o por adicciones. Estos parecen no ser “importantes” porque son considerados estorbos sociales a los que poca gente interesa socorrer. Solo cuentan con ayuda de grupos como Iniciativa Comunitaria; las Duchas de la Perla; la Parroquia San Francisco del VSJ; la hermana Ileana que canaliza ayuda para el casco de Rio Piedras; Cáritas; la obra para ex-presidiarios de Moraima Oyola, entre varias iglesias y ministerios que me vienen a la mente, que no dan abasto y que no pueden ir más allá para lograr rehabilitarlos.

Mientras el sacerdote hablaba, también recordé testimonios de conocidos que trabajaron con FEMA hasta mucho tiempo luego de pasado el huracán María, y me contaban las condiciones en que vivían algunas personas “tierra adentro” y en barriadas metropolitanas. Eran historias que nadie podía creer.

De hecho, el sacerdote reconocía la labor del Banco de Alimentos, de la Fondita de Jesús, del Comedor de la Kennedy, y tantas otras entidades sin fines de lucro y/o de Iglesias, donde a diario se reúnen gran cantidad de personas en busca de un plato de comida o ayuda para prepararla. También nos recordaba que en el mundo hay suficiente alimento para que todos comamos, el hecho es que no está bien manejado.

Puestos al día en este tema, procedió a preguntarnos qué hacemos cada uno de nosotros para, de forma consistente, evitar que tanta gente padezca y hasta muera de hambre en y fuera de Puerto Rico. No nos corresponde juzgar a nadie, ni siquiera a los politicos, pero preocuparnos porque cada uno de nosotros aporte para que esto no pase en nuestro círculo cercano, en nuestro vecindario, en nuestra iglesia, en nuestro país o en otros lugares. Si no podemos ser quienes lleven la comida, podemos ser un ejército que ayude a facilitar los recursos para que otros lo hagan. El hecho es que debemos hacerlo, buscar cómo y de qué forma ayudar y Dios se encargará de que continuemos viendo cómo se multiplican las ayudas. Si estás leyendo esta nota, igual puedes navegar la Internet y comenzar por escoger a quién deseas ayudar y de qué forma. Te aconsejo que seas paciente porque casi ninguna de estas entidades tiene suficiente personal para atender llamadas, pero el que quiere, logra la forma de comunicarse.

Al final, volviendo al comienzo de este reportaje, quiero recordar que por esto y por mucho más, me aseguro de ir a misa los domingos. En esta ocasión me ayudó a recordar que la caridad no es solo para tiempos de emergencia, sino para siempre: “porque tuve hambre y me diste de comer” y, además, que “debemos hacer el bien, sin mirar a quien”, en todo tiempo y lugar. ¡Hagámoslo!

En portada: Organizaciones mundiales dedicadas a combatir la hambruna, llegan hasta poblaciones remotas para adiestrarlos a cultivar la tierra y producir alimentos, proveyéndoles  herramientas, semillas y acceso a agua.


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